Cinco estudiantes secuestraron el primer avión comercial. El dirigente de PCV, Gustavo Machado, los bautizó con el nombre de “Los Aguiluchos”. Uno de ellos hace un balance personal de la acción y su significado.
En Noviembre de 1961 Venezuela cumplía un año con las garantías constitucionales suspendidas. Se vivía un estado de violencia política que, para algunos, se acercaba a una guerra civil.
Desde Cuba, Fidel Castro alentaba a los grupos de izquierda. El presidente Rómulo Betancourt enfrentaba presiones internas y externas.
En medio de ese ambiente, el 27 de noviembre se produce el secuestro de un avión comercial que cubría la ruta Caracas-Maracaibo. Cinco jóvenes, fuertemente armados, le pidieron al piloto, Capitan Juan Nolck Cárdenas, que sobrevolara Caracas para lanzar un millón de volantes en el que identificaban la operación con el nombre de Livia Gouverneur y reclamaban el retorno de las garantías constitucionales.
Luego de inundar de papeles el centro de Caracas, el avión tomó rumbo a Curazao, donde los piratas del aire fueron apresados y devueltos a Venezuela. Gustavo Machado, dirigente del Partido Comunista de Venezuela, los bautizó como “Los Aguiluchos”.
De esa aventura ha pasado medio siglo. Antonio Paiva Reinoso, presidente de Economistas Consultores C.A, era uno de esos “Aguiluchos”.
--El triunfo de Fidel Castro significó para la izquierda latinoamericana un terrible dilema porque con los métodos ortodoxos, con la participación en elecciones, con la lucha sindical y la lucha política, la izquierda no había avanzado mucho y con el triunfo de Fidel se plantea la necesidad de tomar el poder. Había todo el clima para que esa insurgencia tuviera alguna viabilidad aunque fuera teórica. Luego, el devenir demostró que no había condiciones objetivas para ello.
Recuerda Paiva que el PCV, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (un derivado de Acción Democrática) y otros grupos de izquierda “se plantearon pasar a la acción en contra de la dirección de los partidos que creían que las condiciones no estaban dadas para eso. La juventud creía que había que echarle pichón”.
En medio de esa disyuntiva ocurrió la muerte de la estudiante Livia Gouverneur. “Entonces se decidió hacer una acción que tuviera impacto a nivel mundial para decir que en Venezuela había rebeldía, que había grupos de izquierda que querían tomar el poder. Se planificó la operación en la que participaron José Rafael Bosques Figueroa, Efraín Enrique León Ascanio, Rubén Bacilio Palma Delgado, Gilmer Bracamonte y Antonio Paiva Reinoso”.
-- En esa época se llevaron a cabo varias acciones terroristas en las que actuaron personas muy jóvenes, ¿era irresponsabilidad de la dirigencia o ustedes eran muy impulsivos?
--Nosotros éramos muy impulsivos. Estábamos con Douglas Bravo y con todos los que pregonaban la insurgencia. Creo que Douglas Bravo fue el primero que el 23 de enero dijo que había que salir a tomar el poder. Esa juventud y esos dirigentes impusieron esa línea al resto de la dirección de los partidos de izquierda que no tuvo suficiente contundencia para darse cuenta de que no había condiciones, no teníamos suficiente poder de fuego ni contábamos con el entusiasmo y la tolerancia de los grupos sindicales y de los campesinos.
--A esta altura ¿qué piensa de Betancourt?
--Creo que era un gran demócrata. Mucha gente recuerda lo que hicimos como un acto romántico, con mucho de aventura a lo Robin Hood y yo lo acepto así, no me arrepiento de lo que hice porque uno tiene que ser responsable con sus actos y sus acciones pero políticamente eso fue un grave error. Era la primera vez que en Venezuela se podía elegir libremente los gobernantes, podía iniciarse un proceso de evolución, de avance en conquista socio-económica. La labor que hizo Juan Pablo Pérez Alfonzo, con el respaldo de Betancourt, permitía ganar cada día más soberanía en el manejo del recurso petrolero. Los intentos que se hicieron por mejorar las condiciones de la gente, sobre todo en el área de educación, fue un esfuerzo tremendo que hay que reconocer. Hoy puedo afirmar que aquello fue un acto irresponsable. No sólo el que nosotros hicimos sino las insurgencias de la izquierda, que se adornó de mucho romanticismo y mucha epopeya pero desde el punto de vista político fue un rotundo fracaso. Estos procesos de violencia se sabe cuándo comienzan pero no cuándo terminan y ahí hubo desvaríos de parte y parte. Eso significó para la izquierda un terrible retroceso.
Paiva abandonó el marxismo “cuando me di cuenta de que sólo es una excusa para la justificación de gobiernos dictatoriales y autoritarios porque en ningún caso con el marxismo se ha enriquecido la libertad del pueblo y de las personas”.
--El presidente Chávez habla de marxismo, ¿tendrá este gobierno el apoyo que a ustedes les faltó?
-- Creo que desde el punto de vista político no tiene ese apoyo. Hay un apoyo comprado sobre la base del dominio del presupuesto público que con misiones, dádivas y transferencias directas se compra un apoyo electoral. Pero el balance que hago es que cada día son peores las condiciones de la gente. Hay deterioro del empleo, hay deterioro en la calidad de vida. Los servicios no sirven, no funcionan. Incluso, algo que ellos pregonan, que es el rescate de la soberanía, la han rescatado para entregársela a los cubanos y a unos terroristas como son los iraníes. Hoy dependemos más del petróleo… Esto de revolución lo único que tiene es el concepto físico, que es la velocidad que tarda un circuito en volver a un mismo punto y en este caso es regresivo porque lo que hemos hecho es llevar a Venezuela a las condiciones que teníamos en los años 50. Cada día nos aislamos más.
Paiva aclara que su posición es individual, que no involucra a los otros cuatro que lo acompañaron el 27 de noviembre de 1961.
Los cinco “Aguiluchos” fueron juzgados y condenados a cinco años de prisión en la Cárcel Modelo de Caracas por porte ilícito de armas y constreñir a otras personas a actuar en contra de su voluntad. Para entonces, la piratería aérea no estaba contemplada como delito ni como expresión de lucha política, que en Venezuela, se estreno con el secuestro de un DC 6 de Avensa con 36 pasajeros abordo.
Muerte y mito de Livia Gouverneur
A comienzos de los 60, Betancourt facilitó la entrada de exilados Cubanos y existían varias casas que servían de residencia a los disidentes. En la noche del Día de los Muertos del 61, grupos de izquierda, en forma sincronizada, atacaron cuatro quintas que servían como refugios de cubanos: La Hogareña, La Antillana, Magda y Maicara. La policía buscaba un Volkswagen rojo y un Ipala blanco. El titular de Últimas Noticias afirmaba que había un herido grave y que habían sido detenidas seis personas frente a la embajada de Estados Unidos.
El Día de los Santos –2 de noviembre- la identidad de los atacantes queda más clara para la policía: Livia Gouverneur, estudiante de psicología en la UCV, era una de las tripulantes del “escarabajo” rojo que atacó a La Antillana. Según las primeras informaciones “fue herida la señorita Gouverneur y sus compañeros comenzaron a dar vueltas por la ciudad para burlar la red policial. Entretanto la joven se desangró y, al final, decidieron llevarla a su hogar, pero ya era tarde”.
El nombre de Livia Gouverneur fue transformado en ícono de la lucha contra Betancourt. La izquierda señalaba a los anticastristas como responsables y el ministro de Relaciones Interiores, Carlos Andrés Pérez, aseguraba que los refugiados no estaban armados. Las investigaciones determinaron que la muerte de la joven fue por un disparo que se le escapó a quien la acompañaba en la operación.
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