Sostiene Pereira, de Antonio Tabucci, es una novela escrita en 1993 que
parte de un hecho real. Es una muestra de que siempre el periodismo puede vivir
momentos peores y que no faltarán periodistas que se salgan por la tangente.
Pereira es un periodista que durante un tiempo cubría
informaciones de sucesos y por esas volteretas de la vida lo responsabilizan de
la página cultural del Lisboa, un
periódico vespertino.
El editor propietario del Lisboa
le asegura –y Pereira se lo cree- que tendrá total libertad de acción.
La historia se desarrolla en agosto de 1938 “en una Europa al borde del
desastre de la Segunda Guerra Mundial, en la Guerra Civil española...” y cuando
Portugal vivía la dictadura fascista de Antonio de Oliveira Salazar (1932 al
1968) donde los cuerpos policiales tenían licencia para matar a quien
gritara consignas contra el régimen. Esas muertes no eran noticia para el Lisboa y Pereira miraba de lado porque
su responsabilidad era la página cultural.
El piso se le mueve cuando su jefe lo llama para reclamarle la publicación
de un cuento, escrito por un autor francés del XIX que finalizaba con un “Viva Francia” que se le pasó a la censura oficial y
que irritó a las autoridades.
Para ese momento, Pereira mantenía amistad con dos jóvenes que reclutaban
voluntarios para luchar contra la dictadura de Salazar. Y fue precisamente ese
contacto con sangre joven lo que lo llevó a cometer un acto de audacia
que significó lo que nunca pensó hacer: escapar de Portugal vía Paris. Pereira supo aprovechar la censura para publicar su mejor
crónica de sucesos que puso al descubierto los sanguinarios métodos para acallar a la oposición.
El libro no es fácil de conseguir. A mí me lo prestó una querida amiga, que
supongo algo me quería decir con su gesto. Fue llevado al cine en 1995 por Roberto Faenza y la portada del libro es
Marcelo Mastronianni en el papel de Pereira, con el que obtuvo el premio David
de Donatello como Mejor Actor Protagonista.
El mensaje del libro o de la película podría ser: no hay censura que supere el ingenio, sostiene Pereira.
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