Rafael Arráiz Lucca rescata los logros que tuvo el gobierno de Acción Democrática desde el derrocamiento de Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945 hasta la caída de Rómulo Gallegos el 24 de noviembre 1948.
Se trata de una investigación que le sirvió al autor de tesis doctoral y que publicó editorial Alfa con el título “El ‘trienio adeco’ (1945 – 1948) y las conquistas de la ciudadanía”, 146 págs.
Arraíz Lucca analiza la evolución de Rómulo Betancourt, quien a los 23 años “opta por el reformismo y no por la revolución” y “ya entonces tiene claro que le militarismo caudillista, asociado al capital extranjero y el nacional, son los adversarios a ser suplantados por los civiles”.
Recuerda Arráiz Lucca que el PDN, partido génesis de AD, se pronuncia por “la autonomía económico-administrativa del Municipio” y apunta que “todavía se espera por la autonomía tributaria de las Gobernaciones, conquista que no se alcanzó en la Constitución Nacional de 1999”.
El autor analiza las razones que llevaron a Betancourt a embarcarse con un grupo de militares en el golpe que derrocó a Medina Angarita, lo que dio “inicio a un gobierno de particulares características (…) cuya naturaleza, en lo relativo al concepto de ciudadanía, es el objeto de este trabajo”.
Arráiz Lucca cita documentos de la junta cívico militar, escritos con un lenguaje tan parecido al utilizado por Hugo Chávez, que hace pensar que las palabras “revolución”, “ejército y pueblos unidos” son comodines que sirven para justificar cualquier desproporción gubernamental. Ejemplo: “Los miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, creada la misma noche en que triunfó definitivamente la insurrección del Ejército y pueblos unidos, quedan inhabilitados para postular sus nombres como candidatos a la Presidencia de la República, y para ejercer este alto cargo cuando en fecha próxima elija el pueblo venezolano su Primer Magistrado”.
Para Arráiz Lucca, esa primera comunicación “dio fuerza moral a la Junta y a la veracidad de sus propósitos”. Pero ya se habían aliado con el diablo. Hubo elecciones y Gallegos, con su buena fe, apenas duró tres años.
La conclusión del autor es que “el llamado ‘trienio adeco’ puede tenerse como un laboratorio del que sus actores extrajeron importantes enseñanzas. La primera y más significativa: no se puede construir un sistema político distinto sin que los actores invitados a formarlo conozcan a fondo las reglas del juego y estén dispuestos a respetarlas (…) Cuando se implementa al margen de sectores vastos de la misma (de la sociedad), es inevitable que la resistencia sea severa y la violencia impere en distintas formas”. (pág. 146). Las últimas líneas deberían estar presentes en gran parte de quienes hoy nos gobiernan.
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